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Los primeros hombres en la Luna: los espirinautas de la Escuela Científica Basilio

Los primeros hombres en la Luna: los espirinautas de la Escuela Científica Basilio

El 20 de julio de 1969 fue una fecha especial en la historia de la humanidad: tres hombres pusieron al fin un pie en la Luna. Esos hombres fueron tres intrépidos rioplatenses, integrantes de la Escuela Científica Basilio. Fue un pequeño paso para ellos, pero un gran paso para la humanidad. Unas horas después, llegaría Neil Armstrong.

Incomprensiblemente, esta gesta cayó en el olvido. Hoy, Armstrong, Aldrin y Collins; los tripulantes del Apolo 11, el segundo grupo de hombres en llegar a la Luna, son admirados como los grandes héroes de la gesta espacial, y la NASA es la que se lleva todo el mérito. Casi nadie recuerda, en cambio, a aquellos tres pioneros espaciales de la Escuela Científica Basilio.

La crónica del viaje lunar fue rescatada por el periodista argentino Alejandro Agostinelli. Pero antes de sumergirnos en ella, es necesario dar un breve repaso a la historia de la venerable institución que hizo posible aquella hazaña:

La Escuela Científica Basilio es la primera y única institución fundada por alguien después de muerto: Pedro Basilio Portal ya llevaba tiempo fuera de este mundo cuando, valiéndose de una médium llamada Blanca Lambert, se puso en contacto con su hijo Eugenio Portal, un notario de Buenos Aires, para encargarle la creación de una Escuela destinada a difundir la palabra de un conocido suyo del Otro Mundo: Jesús de Nazaret. Nació así, en el año 1917, en Buenos Aires, Argentina, uno de los movimientos espiritistas más inquietos y potentes de la Historia. Pedro Basilio, el fundador, insistía desde el Más Allá en que el tal Jesús de Nazaret le había dicho que en su paso por este mundo no se había explicado bien, y por lo tanto su mensaje se había malinterpretado totalmente. Para subsanar el error y difundir la verdadera Verdad, debía nacer la Escuela.

En los años sesenta la Escuela Basilio alcanzó una enorme popularidad en Argentina. Tanto, que realizaba periódicamente multitudinarios actos espiritistas en el Luna Park, el mítico estadio cubierto de la ciudad de Buenos Aires, célebre por sus veladas boxísticas. El evento se anunciaba como "Cristo habla en el Luna Park", y no era publicidad engañosa: el mismísimo Jesús de Nazaret, canalizado a través de una médium, daba mítines a un público entregado. En el escenario había además otros tantos médiums, todos vestidos con el uniforme de la Escuela Científica Basilio, un guardapolvo blanco, que daba el definitivo toque científico al evento. 

El orador principal siempre era, por descontado, el mismísimo Jesús, que acostumbraba a departir sobre todo lo divino y lo humano. Pero después de él tomaban mediúmicamente la palabra Sócrates, Juana de Arco, Beethoven, Marie Curie o Cristóbal Colón. No se puede decir que los debates no fueran de altura.

El momento álgido se alcanzó, sin embargo, el 20 de julio de 1969, en la sede de la Escuela Científica Basilio de la ciudad costera de Mar del Plata. Aquel día, a las 18, hora argentina, el Hermano Lalo (Hilario Fernández, el por entonces Director Espiritual de la Escuela) y otros dos médiums, iniciaron un desdoblamiento con rumbo a la Luna. Por este procedimiento, los espiritistas abandonaron sus cuerpos físicos y se trasladaron, a través de un "cordón fluídico", hasta nuestro satélite natural. Aunque en la sede terrenal la presencia de público era abundante, lamentablemente el acto no se transmitió por televisión. Sin embargo, el periódico "Espiritismo", órgano oficial de la Escuela, nos legó una detallada, emocionante y descarnada –nunca mejor dicho– descripción del histórico viaje:

(Hermano Lalo, dirigiéndose a sus dos compañeros): –"Vamos, vamos, avanzando los tres juntos, sin apurarse, despacito, no se vayan muy lejos de mí, sigan cerca de mí, vamos, hay mucho por recorrer, vamos, apuremos. ¿Qué ven delante de ustedes? ¡Qué grande! ¡Qué inmenso!". 

A continuación, el Hermano Lalo nos cuenta que hay cráteres, y mucho polvo. No hay agua, ni ningún ser vivo a la vista. –"Todo es más gris de lo que se ve desde la Tierra", afirma, un poco decepcionado.

–"No se vayan adentro de la Luna, más acá, no se apuren", el Hermano Lalo tiene que refrenar así el entusiasmo de sus dos jóvenes acompañantes.

–"¡Qué extraño, está lleno de cosas el espacio, de rocas de piedra! Parece que el espacio estuviera lleno de objetos", exclaman los tres espirinautas frente al panorama que se despliega ante sus ojos espirituales.

–"¿Están cansados ustedes? Sí, están cansados, volvamos ¿no?", zanja por fin, prudentemente, el Hermano Lalo. Minutos después, los tres viajeros retoman el "cordón fluídico" por el que habían ido y vuelven a ocupar sus cuerpos materiales en la filial de la Escuela Científica Basilio de Mar del Plata.

Todo esto ocurrió exactamente seis horas antes del alunizaje del Apolo 11. 

Luego vendría la historia conocida: el módulo Eagle posándose sobre el Mar de la Tranquilidad, el paseíllo lunar de Armstrong y Aldrin, la bandera americana, la emoción de los técnicos de la NASA, todo retransmitido en directo a las pantallas del mundo entero. Todo seis horas después del paseo por la Luna del Hermano Lalo y sus dos valientes acompañantes.

A veces la Historia es tremendamente injusta.

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