Grandes clásicos menores del cine para disfrutar con el turrón
Con las fiestas ya encima, siempre se complica elegir los regalos. Un obsequio ideal para hacer a los suegros es este combo de cuatro grandes clásicos menores del cine, todos ellos adornados con un tono picantuelo de comedia ligera, ideal para despedir el año entre efluvios de champán. ¡Quedarás como un duque ante tu parentela!
QUEEN KONG
(1976, Frank Agrama)
Esta película parte de una premisa presuntamente brillante: replicar la clásica King Kong pero cambiando el género de todo el elenco, mono incluido. Así, los aventureros sin escrúpulos que van a una isla recóndita a filmar una película, pasan a ser aventureras empoderadas; la chica rubia de la que se encapricha el original Kong es aquí un rubio con pintas de cantante de banda de glam rock, y el mismísimo Rey Kong es ahora Reina. Por si todo esto no nos pareciera lo suficientemente genial, el director nos regala además con una tribu de salvajes amazonas que bailan al estilo Broadway al son de primitivos tambores, entonando rimas picarescas sobre la importancia del tamaño, los monos y el sexo. La aventura se completa con una singular batalla entre Queen Kong y un tiranosaurio de papel maché, y el traslado final de la monstrua a Londres (la película es copodrucción británica) púdicamente tapada por un sujetador hecho con cadenas. Allí asistiremos a una apoteósica escena de Queen Kong encaramada al Big Ben, pero al final aparece una furibunda manifestación feminista que consigue salvar a la mona gigante. ¡Las chicas son guerreras!
THE ACID EATERS
(1968, Byron Mabe)
Cuando llega el fin de semana y termina la jornada laboral, un grupo de cuatro convencionales parejas se despendolan y abandonan la ciudad en sus motocicletas, en vertiginosa carrera hacia la libertad por las salvajes autopistas de América. Recorren el desierto hasta llegar a una extraña construcción que domina el paisaje: una gigantesca pirámide hecha con cubos de azúcar impregnados de ácido lisérgico (bueno, se nota bastante que la pirámide en realidad está hecha de corchopán, pero en esa época los efectos especiales eran bastante pobres). No ocurre mucho más digno de reseñar, porque llegados a este punto los guionistas parecen haber sido los más afectados por la substancia en cuestión. Así, en la pirámide se van sucediendo sin orden ni concierto extraños números musicales, performances de strip tease alucinadas, chistes incomprensibles y un negro tocando los bongós. Tampoco se puede pedir más, después de todo.
PLEASE DON’T EAT MY MOTHER!
(1973, Carl Monson)
Un hombre tímido y solitario que vive con su madre se compra una plantita de adorno. La planta resulta ser carnívora y habla con voz de chica sexy. Acaba por convertirse en la única amiga de nuestro hombre. Pero la planta crece mucho y necesita comer y, tras acabar con todas las mascotas del vecindario, prueba la carne humana al devorar a la madre del protagonista. A partir de aquí, la planta solo se alimentará de bellas mujeres, de preferencia desnudas, que nuestro protagonista se encargará de proveerle. Evidentemente, estamos ante una sexploitation barata (que ya es decir) de la clásica The Little Shop of Horrors, la obra maestra de bajo presupuesto de Roger Corman de 1960.
ABDUCTED BY THE DALEKS
(2005, Roman Nowicki)
Y para terminar, un clásico de la ciencia ficción: los Daleks, aquellos malignos extraterrestres con forma de lavavajillas, que hicieron su aparición como antagonistas en la clásica serie británica Doctor Who, llevan aquí todo el peso protagónico: los Daleks secuestran en su nave a cuatro voluptuosas señoritas de la Tierra y protagonizan con ellas varias escenas de alto voltaje erótico-festivo, en un alarde de intercambio sexual intergaláctico. No queda claro si se puede calificar de comedia a esta cinta (cuesta incluso calificarla de película, dado lo exiguo de su trama argumental). Sus puntos graciosos son más bien involuntarios, pero después de todo salen los Daleks, que es lo importante. El punto álgido para cerrar la sesión cinéfila que hoy te hemos propuesto, y que conseguirá arreglar una noche en familia que, de otra manera, se hubiera acabado torciendo. ¡Felices fiestas!
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