Acción política de vanguardia: ¡Exorciza el Pentágono!
Los políticos, a veces, llegan tan lejos en su toma de decisiones que la única manera sensata de devolverles el sentido común es practicando un exorcismo.
Esto sucedió hace cincuenta años, en octubre de 1967, en uno de los momentos más convulsos de la historia de los Estados Unidos, cuando unas 80.000 personas decidieron congregarse frente al Pentágono para practicar la que sin duda llegó a ser la ceremonia de exorcismo más grande del mundo, en plena época de protestas por la guerra de Vietnam.
La acción, que se llamó “Levita el Pentágono”, fue convocada por un grupo de jóvenes activistas, bregados por igual en la acción política y en la lisergia, entre los que se encontraban Jerry Rubin, Abbie Hoffman, y el músico y poeta Ed Sanders, y tenía un ambicioso propósito: acabar con la guerra de Vietnam. Para ello, los celebrantes debían rodear el Pentágono tomados de la mano, formando un círculo mágico, y mediante la meditación y el recitado de una serie de encantamientos hacer que el edificio levitara unos cien metros y girara sobre si mismo, expulsando de su interior los demonios y las malas energías que estaban infectando al mundo y provocando una guerra atroz.
La iniciativa surgió en una de las habituales reuniones de los agitadores, cuando alguien cayó en la cuenta de que el célebre edificio gubernamental era una figura de cinco lados, es decir, un pentáculo, un símbolo de poder que representa a las fuerzas del mal. A partir de ahí, la línea de acción estuvo clara: había que practicarle urgentemente un exorcismo.
La organización del evento no dejó ningún cabo suelto: previamente, una avanzadilla de dos expedicionarios se acercó al edificio para calcular cuántas personas se necesitarían, como mínimo, para llegar a rodearlo. Ambos se fueron alternando tomados de la mano, contando las longitudes del cuerpo mientras circundaban el edificio, hasta concluir que se necesitarían unas 1.200 personas para poder cerrar el círculo.
Incluso pidieron autorización formal ante las propias autoridades para elevar el Pentágono unos cien metros mediante un ritual. Los funcionarios, un tanto perplejos por la petición, autorizaron que el edificio levitara, pero no mas de tres metros.
Se corrió la voz entre la prensa de que los manifestantes contaban con grandes cantidades de una nueva y revolucionaria droga, llamada LACE, que contenía potentes efectos afrodisíacos y que, convenientemente rociada con pistolas de agua sobre las fuerzas del orden, haría que los policías se desnudaran y comenzaran a hacerce compulsivamente el amor (incluso salieron artículos sobre el misterioso LACE en el New York Post y en la revista Time). Preventivamente, las fuerzas de seguridad se equiparon con grandes cantidades de gas lacrimógeno para el contraataque.
Los manifestantes también compraron a un granjero local grandes cantidades de harina de maíz, que unos chamanes mexicanos especialmente convocados para la ocasión debían esparcir en el perímetro del Pentágono para facilitar la levitación del edificio.
Así las cosas, el 21 de octubre de 1967, y como parte del programa de acciones de la multitudinaria Marcha sobre Washington, convocada para protestar contra la guerra, se llevó a cabo el megaexorcismo: los celebrantes intentaron rodear el Pentágono (fuertemente protegido por la policía militar, que esgrimía sus armas de fuego), repitiendo a grito pelado el mantra “Out, demons, out! Out, demons, out!” (¡fuera, demonios, fuera!), mientras Ed Sanders, vestido con ropa de camouflage (aunque de colorines tan psicodélicos que más que camuflarse conseguía el efecto contrario) invocaba, con gritos y cánticos tanto en inglés como en arameo (la lengua que, al parecer, mejor entienden los demonios), a las fuerzas del cosmos y los poderes del inframundo, y clamaba por el comienzo de la Era de la Suprapolítica, basada en el amor universal.
El Santo Ritual de Exorcismo continuó con un llamamiento a Dios, Ra, Jehová, Zeus, Anubis, Osiris, Quetzalcóatl, Alá, Krishna, Changó, Kali, Shiva, el Gran Espíritu, Dionisio, Yahvé, Thor, Baco, Isis, Jesucristo, Maitreya, Buda, Rama y un largo etcétera de divinidades, reales o inventadas. El grupo de rock de Ed Sanders, The Fugs, por su parte, tocaba distorsionadas melodías cósmicas desde la plataforma de un camión aparcado en las inmediaciones del endemoniado edificio, a manera de banda sonora del ritual.
Los organizadores habían adquirido también una vaca, a la que habían pintado para que represente a la diosa egipcia del amor, pero la policía consiguió impedir que el animal acceda a las proximidades del recinto.
Hacia el atardecer, y a medida que oscurecía, la policía cargó contra los manifestantes, rociándolos con abundante gas lacrimógeno y una generosa ración de bastonazos, con la que se dio por concluido el acto.
En definitiva, el evento fue un éxito rotundo. Aunque no quedó claro si el edificio levitó propiamente o no: hubo opiniones encontradas al respecto entre los asistentes. Algunos afirmaron haber visto claramente cómo el Pentágono se elevaba unos centímetros, pero la mayoría de las crónicas de la época niegan la mayor. El caso es que, en palabras de Allen Ginsberg, que también asistió al ritual, al menos “se consiguió elevar la moral” de los americanos. Que ya es bastante.
(El asombroso conjuro de Ed Sanders fue grabado, y luego incluido en el cuarto álbum de The Fugs, Tenderness Junction)
.
0 comentarios