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La isla de la bisnieta de Frankenstein, los zombies, las amazonas alienígenas, el perro, y todo lo demás

La isla de la bisnieta de Frankenstein, los zombies, las amazonas alienígenas, el perro, y todo lo demás

La isla de la bisnieta de Frankenstein, los zombies, las amazonas alienígenas, el perro, y todo lo demás

Quien no haya oído hablar de Jerry Warren tal vez siga pensando que Ed Wood jr. es el peor director de cine de la historia. Comentaremos aquí hoy una de sus películas para auparlo al pedestal que se merece, el de artífice number one de filmes que de tan malos, son buenísimos.

Warren se esforzaba por hacer películas allá por los años sesenta (tal vez la más conocida sea The Wild world of Batwoman, 1966), haciendo un collage a partir de ignotas películas mexicanas o suecas, a las que re-montaba, cambiaba las voces y agregaba algunos minutos de metraje propio. Hasta que al finalizar la década decidió retirarse. Pero inesperadamente volvió a la acción en 1981 para entregarnos su obra maestra: La isla de Frankenstein, una cinta que tiene el aspecto de haber sido rodada un par de décadas antes, por lo menos, y que Jerry Warren escribe, produce y dirige.

Como veremos, esta película lo tiene todo: monstruos, zombies, amazonas en bikini... Lo tiene todo, y todo maravillosamente mal. Intentaremos resumirla, aunque no sea tarea fácil.

Cuatro intrépidos rescatistas llegan a una misteriosa isla en globo (si, en globo. Aparentemente las únicas imágenes gratuitas de archivo que encontró Warren), buscando a los miembros de una tripulación perdida. Llevan consigo a un perrito faldero llamado Melvin. Nuestros hombres exploran una caverna que encuentran cerca de la costa, y allí se les aparece, en el aire, una proyección del actor John Carradine declamando una frase sin sentido (¡Tendréis el poder! ¡el hilo dorado! ¡El poder! ¡El poder! ¡El poder!).

Claramente, la escenita con un ya anciano Carradine fue grabada mucho antes, en lo que parece el salón de su casa, y es la manera que encontró Warren de incluir a una estrella como reclamo para su película con un elenco de ilustres desconocidos. La misma escena con la frase sin sentido se repetirá varias veces a lo largo del film, y pronto nos enteraremos de que Carradine es el mismísimo doctor Frankenstein, que nos habla desde el más allá.

Luego nuestros héroes se encuentran con una tribu de atractivas amazonas salvajes, vestidas con bikinis de animal print, y perfectamente peinadas y maquilladas. Las amazonas enseguida se encariñan con los hombres, y todos acaban bailando en la aldea al ritmo de los tambores, y comparten un sugerente brebaje servido en una calavera con pajitas. El perro Melvin no consigue disimular su asombro al verse en medio de todo aquello, componiendo así el único personaje con el que el espectador se puede identificar.

Pronto nos enteraremos de que las salvajes chicas en bikini que viven en esa aldea rodeada de calaveras son descendientes de una raza alienígena. Eso explicaría el hecho de que las chicas sean telépatas (sí, porque además son telépatas).

Pero entonces aparecen unos hombres vestidos de negro, con gorritos de lana y gafas negras, intentando raptar a una de las chicas. Son parte de aquella tripulación perdida, que por medio de un experimento han sido convertidos en una especie de zombis. Pero... ¿quién ha hecho esto? A eso vamos.

Nuestros muchachos descubren un laboratorio en alguna parte de la isla, y se encuentran con una mujer con una extraña peluca rubia: es la bisnieta del doctor Frankenstein, ni más ni menos. Ella es la responsable de crear a los zombis. Su laboratorio impresiona: tiene un par de camillas y una mesa en la que gira una caja de poliestireno pintada de rosa. Se escuchan bips y otros sonidos de actividad eléctrica.

Semejante tecnología avanzada fue proporcionada por los alienígenas que antiguamente poblaron la isla, según nos explica la bisnieta de Frankenstein.

Allí está también un anciano tendido en una camilla: es Von Helsing (si, "Von", no "Van"), que resulta ser el marido de la bisnieta de Frankenstein y, además, el antiguo ayudante del doctor. Porque Von Helsing tiene, según confiesa él mismo, ¡doscientos años!

En este punto nos enteramos que lo que planea la siniestra pareja es hacer que nuestros héroes y las bellas amazonas prehistóricas alienígenas se reproduzcan. ¿Por qué? ni idea. El caso es que, explican, los zombies de gafas negras no sirven para tal fin, porque carecen de flujo sanguíneo y solo funcionan por energía psíquica. ¿Y qué significa esto? Ni idea.

El caso es que los zombies secuestran a una de las chicas prehistóricas y la lleva al laboratorio: Von Helsing necesita una transfusión urgente para seguir viviendo. Los muchachos, que estaban el el poblado intentando construir una balsa de troncos, deciden rescatarla. Van hacia el laboratorio, en medio de la noche (todo el film es un festival de la discontinuidad), mientras la imagen de John Carradine vuelve a aparecérseles en el aire (¡Tendréis el poder! ¡el hilo dorado! ¡El poder! ¡El poder! ¡El poder!)... 

Ya en el laboratorio se inicia una pelea entre los hombres, las amazonas y los zombies de gafas oscuras. La bisnieta de Frankenstein mueve los diales de una consola, y entonces vemos que afuera, desde el fondo de un lago, emerge la figura del monstruo de Frankenstein (¡justo cuando ya no recordábamos que la película iba de él!).

El monstruo hace su entrada en el laboratorio y se planta en medio moviendo los brazos en círculo y gritando ¡uugh!, mientras a su alrededor los otros contendientes ensayan patadas de kung fu sin mucho acierto, y el perro Melvin ladra. 

La escena de la pelea es larga y confusa. Uno de los zombies roza con un palo de plástico a las chicas en bikini, y acto seguido les crecen dientes de vampiro. Luego les dispara con una especie de pistola láser  y las flamantes vampiras se esfuman en medio de un resplandor rojo. Con gusto les haría aquí un spoiler, pero creo que en este momento me dormí o me desmayé.

El caso es que al final los muchachos aparecen fuera de la isla y convencen a un comandante del ejército de los Estados Unidos para volver allí con una brigada. Pero al desembarcar en la isla, no encuentran a nadie. Bueno, sí, al perro Melvin.

Por suerte o por desgracia –aquí depende de la sensibilidad de cada uno– La isla de Frankenstein se puede ver completa en YouTube. Eso sí, en inglés sin subtítulos, pero qué más da: con subtítulos tampoco se entiende nada.

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