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El spoiler del mes: La Bestia y la Bella stripper a-go-go de club nocturno de Louisiana

El spoiler del mes: La Bestia y la Bella stripper a-go-go de club nocturno de Louisiana

En nuestra afamada sección Spoilereando Pelis, rescatamos hoy a otro gran clásico del cine de ensayo y error: The Exotic Ones, película de 1968 también conocida como The Monster and the Stripper. Este film, de bajo presupuesto, es una curiosidad por varias razones, entre las cuales no es la menor ser la última película de horror, sexo, sangre y violencia dirigida por Ron Ormond antes de que se dedicara de lleno al cine ultrareligioso.

La película, ambientada en el Nueva Orleans nocturno de neones y clubes de striptease de Bourbon Street, —"la jungla de carne humana", como lo llaman— cuenta la historia de un night-club que necesita renovar urgentemente sus atracciones nocturnas. El director del club busca un compañero para complementar el número de Titania, la stripper principal, y no se le ocurre mejor idea que capturar un monstruo que merodea por los pantanos de las cercanías, una especie de Big Foot, para exhibirlo en una jaula junto con la vedette.

El club está regentado por Nemo, un gángster interpretado por el mismísimo Ron Ormond con peluca. Una característica del film es que el casting lo integra la familia y vecinos de Ron. Así, por ejemplo, June Ormond, la esposa del director, interpreta a Bunny, una stripper entrada en años, y su hijo Tim Ormond a un empleado del club.

En el club de Nemo hay también otras atracciones: una cantante naif que da el mal paso y acaba de stripper, un extraño dúo que toca la armónica y un "pintor psicodélico" con acento francés que pinta coloridas volutas sobre el cuerpo de una chica desnuda. Y Bunny, la stripper de la tercera edad que hace su número erótico con las siglas "LSD" grabada en los calzones. Pero Titania es, indiscutiblemente, la star del establecimiento: su exótico número de stripper acrobática, haciendo girar con sus pechos unas borlas con fuego prendidas a sus pezoneras no tiene rival como la gran atracción de la noche. La idea es reunir a Titania con el monstruo del pantano. La historia, hasta este punto, sigue los pasos del clásico "King Kong", pero con menos presupuesto.

Y aquí tenemos otra curiosidad, el personaje de la terrorífica bestia del pantano está encarnado por la leyenda del rockabilly Sleepy LaBeef. Sucedió que el músico era vecino de Ron Ormond, y se dejó convencer para calzarse un taparrabos, una dentadura postiza y un pelucón (las pelucas eran el CGI de las películas de serie Z en los 60’s). Los dos metros de altura del robusto Sleepy hicieron el resto. Más o menos. (Hay que decir que el film no consiguió acabar con la carrera de Labeef: siguió grabando discos y dando conciertos hasta su muerte en 2019).

Hay unas cuantas escenas de alto impacto en la película. La bestia arrancandole el brazo a un cazador y usando ese mismo brazo como arma para apalearlo hasta la muerte; la bestia decapitando y devorando en directo a una gallina (varios años antes que lo hiciera Ozzy Osborne sobre un escenario)... A lo largo del metraje se van sucediendo también los numeritos de baile sexy con bestia al fondo, encerrado en una jaula, hasta que llega la escena que desata el caos: dos de las vedettes se trenzan en una pelea de gatas por un quítame de aquí esas plumas, y en medio del caos reinante la bestia aprovecha para escapar de su prisión. Los acontecimientos se precipitan: el monstruo del pantano se encara con Titania, la stripper acróbata, y le rebana (y devora) uno de sus pechos. Luego encuentra a Nemo, y en un primerísimo primer plano le estruja el cráneo y lo aplasta como a un melón maduro. Un final opuesto al del clásico "King Kong", como podemos ver. La bestia, impune, desaparece en la noche, y los policías encargados del caso concluyen, entre sonrisas, que "son cosas que pasan" en Nueva Orleans.

Poco tiempo después de terminada esta película, Ron Ormond salió milagrosamente ileso de un accidente de aviación. Y ya sea por este hecho, o porque se diera un buen golpe en la cabeza, decidió que aquello había sido una señal divina y que dedicaría el resto de su vida a glorificar al Señor facturando películas de temática cristiana, convirtiéndose en un auténtico cruzado contra el erotismo, contra el ateísmo y, ya de paso, contra los comunistas. Películas, eso sí,  con el mismo presupuesto inexistente (solo el dinero suficiente para unas cuantas pelucas) que sus anteriores producciones: un nuevo subgénero de Serie Z que pasaría a conocerse como Godsploitation.

El cine de ensayo y error perdió así a uno de sus próceres, un titán de ese olimpo formado por Ted V. Mikels, Edward Wood Jr. Doris Wishman y Byron Mabe, entre otros ilustres realizadores. Pero al menos, eso sí, el cielo se ganó un santo.
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