Sobre las mujeres barbudas (recomendación del verano)
Las vacaciones sirven para ponerse al día con los libros, y esta vez le ha tocado el rescate de la pila de pendientes a este pequeño (apenas unas 130 páginas) gran ensayo de Pilar Pedraza llamado Venus barbuda y el eslabón perdido, publicado por Siruela hace un par de años.
El libro cuenta, de manera más o menos cronológica, la peripecia del "vello género", el de las mujeres barbudas y las damas pilosas, desde su presencia más o menos habitual en las cortes europeas del Barroco, hasta su infaltable incorporación a las Ferias de Fenómenos, tan populares en la norteamérica del siglo XIX. El recorrido acaba con un vistazo al arquetipo de la "mujer felina" en el cine y en el comic.
Hoy sabemos que las causas, perfectamente naturales, de tales pilosidades, son debidas a desajustes hormonales y otros desarreglos como el hirsutismo o la hipertricosis. Sin embargo, la imagen de una mujer barbuda no ha perdido su potencia ni su capacidad de inquietar. Como ejemplo, podemos ver en el Museo del Prado en Madrid un impresionante y bello retrato (pintado por José de Ribera, el Españoleto), de Magdalena Ventura, mujer barbuda de la corte de Nápoles, amamantando a su bebé y franqueada por su marido (que luce una barba más corta...).
Encendidos debates alrededor de la naturaleza de la mujer barbuda se han mantenido hasta el mismísimo siglo XIX. Paradigmático y terrible es el caso de Julia Pastrana, una mujer con el cuerpo cubierto de vello. Su fisonomía singular, unida a su corta estatura (apenas superaba el metro treinta), originó acaloradas discusiones entre médicos y zoólogos, quienes no se acababan de poner de acuerdo acerca de si Julia pertenecía al género humano o no, a pesar de que la aludida se expresara correctamente en tres idiomas y fuera muy aficionada a la lectura. Hasta el propio Charles Darwin intervino en la controversia (con la popularización de la teoría de la evolución, surgió la fiebre por el "eslabón perdido", ese escurridizo híbrido entre el hombre y el simio. Las mujeres pilosas volvieron a estar entonces de rabiosa actualidad, protagonizando muchas páginas en los medios). Un avispado empresario americano se casó con la mujer, para poder exhibirla ante el público en maratonianas giras por todo el mundo. Julia quedó embarazada, pero las dificultades del parto acabaron a los pocos meses con la vida del niño y luego con la propia madre. Su marido decidió entonces embalsamar a ambos y exhibirlos vestidos con trajes regionales durante los siguientes diez años. Entre tanto, el emprendedor manager se volvió a casar con otra mujer barbuda, a quien rebautizó como Zenora Pastrana, para presentarla como hermana de Julia y exhibirla también junto a los dos cadáveres...
No todas las mujeres barbudas, sin embargo, han tenido vidas trágicas. Algunas han lucido con garbo sus vellosidades, como la suiza Madame Clofullia, procedente de una familia respetable y felizmente casada, o la francesa Clémentine Delait, célebre propietaria del Café de la Femme à Barbe.
Ya entrando en el siglo XX, la presencia de las mujeres con barba es infaltable en los llamados Freak Shows, o ferias de fenómenos, un tipo de espectáculo muy popular en los Estados Unidos, nacido como parte del mundo del circo, sobre todo de la mano de P. T. Barnum, empresario y pionero del circo moderno.
Aunque los tiempos de los Freak Shows ya han quedado atrás, las mujeres con barba siguen siendo inquietantes. Y es que en el imaginario popular, la mujer barbuda es una criatura fronteriza. Siempre en el umbral entre hombre y mujer, entre humano y animal, entre civilizada y salvaje. Pero tal vez esta singular frontera acabe por desvanecerse: yo espero vivir lo suficiente para llegar a ver a una mujer barbuda como presidenta de los Estados Unidos, ministra de defensa de la Unión Europea o, por qué no, Papisa en el Vaticano. Muros más altos han caído.
Como sea, este libro resulta una muy amena lectura de playa. Aunque sinceramente podemos prescindir de la playa (para leer sigue siendo mucho más cómodo el sofá, frente a nuestro aparato de aire acondicionado favorito). En todo caso, no se lo pierdan.
Venus barbuda y el eslabón perdido - Pilar Pedraza. Ed. Siruela
2 comentarios
Wilbur Mercer -
Lorenzo, el retronauta -
Y lo del manager, menudo hijo de su madre por decir algo suave, no le basto con una.
Respecto a ver una mujer barbuda de presidente de los USA, puede esperar y que le crezca la barba. Creo que ya se han arrepentido de haber puesto a un negro. Su nivel de frikismo ya ha llegado hasta arriba.
Buenas tardes..