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La gloriosa Gran Bretaña de fresas del gobernador de Bumbunga

La gloriosa Gran Bretaña de fresas del gobernador de Bumbunga

La gloriosa Gran Bretaña de fresas del gobernador de Bumbunga

Después de la Gran Muralla china, probablemente lo segundo que se veía desde el espacio allá por los años ochenta era un colosal mapa de Gran Bretaña, de ocho mil quinientos cincuenta metros cuadrados, hecho enteramente de fresas. Esta maravilla fue el gran logro del atrabiliario gobernador de la provincia de Bumbunga, Alec Brackstone.

Brackstone, nacido en Surrey, Gran Bretaña, en 1925, decidió partir a la lejana Australia en busca de un futuro mejor. Allí intentaría hacer fortuna como buscador de uranio antes de comprar una propiedad en el sur de Australia, una granja de cuatro hectáreas de terreno árido cercano al lago Bumbunga, al noroeste de Adelaida, la ciudad capital del estado de Australia Meridional.

Esta pequeña granja se acabaría transformando, en los años setenta, en una micronación, una entidad independizada de Australia: la Provincia Colonial Británica Independiente de Bumbunga. Y su gigantesco Mapa de Fresas sería su emblema.

¿Es posible declarar la independencia por lealdad patriótica? Eso es, precisamente, lo que hizo el inglés expatriado Alec Brackstone. La aparente contradicción se explica por la devoción que este hombre sintió siempre por su reina. Cuando en los años setenta se produjo en Australia una crisis política y el primer ministro fue reemplazado, Brackstone creyó vislumbrar que el nuevo gobierno acabaría renegando de su condición de súbdito (la corona de Inglaterra lo es también de Australia), y abrazaría —¡oh Dios!— el republicanismo. Fue entonces cuando tomó la decisión de separarse, para garantizar así que al menos una minúscula parte del continente permaneciera para siempre británica.

“Retrocedemos - No nos echamos atrás”, fue el paradójico lema de la provincia de Bumbunga. Representó muy bien, sin embargo, el espíritu bajo el que se fundó el enclave, habitado por un número de siete ciudadanos: el propio gobernador, su esposa Elizabeth y sus cinco hijos.

Ya en su autoproclamado cargo de gobernador de la nueva provincia, comunicó oficialmente la noticia a su homólogo, el gobernador de Australia Meridional, Sir Mark Oliphant, quien, con buen talante, toleró la secesión a través de una carta oficial del día 29 de marzo de 1976. Un estatus que confirmó más tarde el fiscal general, Trevor Griffin, con estas memorables palabras: “Todo lo que no sea ilegal, debe considerarse legal”. Después de todo, la “independencia” declarada por Brackstone estaba concebida para reforzar su dependencia total de la corona británica...

De hecho, la atracción principal de la provincia de Bumbunga, su monumento emblematico, aquello por lo que será recordada, si es que será recordada, era un colosal mapa de Gran Bretaña hecho a base de cincuenta mil plantas de fresa, cuidadosamente alineadas para representar el archipiélago británico. Pero no solo la silueta de las islas, sus fronteras exteriores, sino también cada uno de los condados de la Gran Bretaña. Un auténtico tour de force dulce por cada uno de los distritos de la nación, realizado con el fruto más típicamente británico. El mapa estaba representado a una escala de 1:4800 y, evidentemente, había que verlo desde el aire para llegar a apreciarlo en toda su grandeza. 

Después de un arduo trabajo, en una luminosa mañana del 14 de noviembre de 1980, día del cumpleaños de su adorado príncipe Carlos, Alec Brackstone, con gran pompa y circunstancia, inauguró oficialmente el Mapa de Fresas de Gran Bretaña. Para finalizar la solemne ceremonia, izó la bandera del Reino Unido en un mástil colocado en el punto del mapa correspondiente a Londres.

Como era de esperar, rápidamente se corrió la voz, y pronto un número creciente de curiosos y turistas empezaron a pasarse por Bumbunga para ver el prodigio, lo que logró que el habitualmente huraño gobernador, henchido de orgullo, aceptara por una vez las visitas a su reino.

En 1981, mientras Brackstone trabajaba en su Mapa de Fresas, la provincia de Bumbunga sufrió un ataque aéreo por parte de la aviación australiana. O al menos así lo vivió el gobernador, que contó que unos aviones de guerra pasaron varias veces en vuelo rasante por encima de la granja. Brackstone solo atinó a sacar de su casa una sábana blanca y agitarla al viento en señal de rendición. Inmediatamente telefoneó a la base de la fuerza aérea de la vecina localidad de Elizabeth, para comunicarle al oficial al mando que se había rendido. El comandante le explicó que los aviones solo pasaban por allí en maniobras de rutina, que la Real Fuerza Aérea no tenía la más mínima intención de invadir Bumbunga ni bombardear su Mapa de Fresas, pero esta explicación, lejos de tranquilizarlo, solo logró acrecentar la natural paranoia de Brackstone.

No fue el único traspié en la historia de la provincia. El gobernador Brackstone tenía también planeado organizar ceremonias matrimoniales para parejas británicas en Bumbunga, para lo que importaría auténtica tierra de Inglaterra con la que rellenaría un rectángulo junto al Mapa de Fresas. Él mismo oficiaría la boda, con los novios dándose el sí quiero mientras pisaban suelo patrio. Sin embargo, este brillante plan tuvo que ser abortado cuando las autoridades aduaneras de Australia acabaron confiscando el envío de tierra procedente del Reino Unido.

En cuanto al célebre Mapa de Fresas, Brackstone pronto descubrió que, desde su inauguración, el consumo de agua había pasado a ser monstruoso, y la consiguiente factura había aumentado exponencialmente, haciendo cada vez más complicada su viabilidad. La cosa empeoró durante la sequía que asoló la región en 1983, con el lamentable resultado de que la mayoría de las plantas acabaron muertas. Brackstone finalmente decidió no volver a plantar las fresas, dando por terminada la mayor epopeya jamás emprendida por esta micronación. Como corolario, Brackstone soltó a su caballo sobre los restos del mapa, que acabó convirtiéndose en forraje.

En la actualidad, la Provincia de Bumbunga está en manos de uno de sus nietos, Brett Brackstone, quien la gestiona como si de una granja normal se tratara.


(Fragmento del libro inédito El sueño de la nación propia. Una historia de las micronaciones, de Wilbur Mercer)


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