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Dos potencias de saludan. Elvis y Nixon, la película

Dos potencias de saludan. Elvis y Nixon, la película

Dos potencias de saludan. Elvis y Nixon, la película

¡Estamos de enhorabuena! Aunque aún sin fecha definitiva, Hollywood ha anunciado para este nuevo año el estreno de un largometraje sobre el explosivo encuentro en la cumbre entre el Rey del Rock y el más problemático de los presidentes de los Estados Unidos de América. Un vis-à-vis supersecreto que pudo haber tenido consecuencias inimaginables, y que se conoció muchos años después, cuando se desclasificaron los documentos correspondientes, para asombro del mundo entero.

La película, que se llamará Elvis & Nixon, será protagonizada por Eric Bana, interpretando al Rey, y Danny Huston en el papel de Nixon. Dirigirá el debutante Cary Elwes. Probablemente el guión se centrará en los acontecimientos previos al encuentro, el viaje de Elvis hasta Washington y los tensos preparativos que rodearon a la reunión.

Hay que decir que ya se había llegado a rodar otra película sobre el histórico momento. Fue un largometraje dirigido en 1997 por Allan Arkush, una producción televisiva que se llamó Elvis meets Nixon, un gran título con resonancias a otros encuentros de similar enjundia como Godzilla meets King Kong o Jesse James meets Frankenstein’s daughter. 

Aunque los hechos son conocidos, no está de más resumirlos para refrescar la memoria: el magno acontecimiento tuvo lugar el 21 de diciembre de 1970. La tarde anterior a aquella mañana histórica Elvis abandona Graceland, su Camelot particular, y se embarca en un avión de American Airlines rumbo a Washington. Durante el vuelo, escribe una larga carta de presentación, unas cinco páginas en papel con membrete de la aerolínea, en donde expone al presidente del Mundo Libre sus preocupaciones sobre la juventud americana y las drogas sin receta, sobre el inquietante avance del comunismo y de la lucha de los Panteras Negras por los derechos de los afroamericanos, sobre el Peligro Hippie y, sin mencionarlos explícitamente, sobre la perniciosa influencia de los Beatles en América, asuntos todos de la mayor importancia y sobre los que el Rey tíene un plan de acción que proponer a Nixon. Esas cinco páginas escritas de puño y letra representan las Tablas de la Ley del Rey del Rock. La solución definitiva para combatir la decadencia del Imperio. 

A primera hora de la mañana del día 21, Elvis se presenta a las puertas de la Casa Blanca, atiborrado de drogas recetadas por sus médicos y rodeado de sus guardaespaldas. Lo recibe el encargado de la seguridad, ante quien entrega la carta dirigida al presidente y solicita formalmente una audiencia. El desconcertado empleado hace volver a Elvis a su hotel, con la promesa de darle una respuesta a lo largo de la mañana. Acto seguido, le anuncia a Nixon que "el Rey a venido a verlo", para sorpresa del presidente, que no esperaba ninguna visita internacional esa mañana. Le aclaran que se trata del Rey del Rock, y Nixon rápidamente decide improvisar un encuentro. Un par de horas después Elvis entra en el Despacho Oval. Luce un impresionante traje de terciopelo morado con abrigo del mismo color puesto a modo de capa, camisa de anchísimo cuello blanco, cinturón de imponente hebilla dorada, gafas de cristales ahumados con marco de metal plateado, con las iniciales "EP" perfiladas en brillante pedrería en la patilla, y su cetro-bastón de empuñadura esférica de marfil. Nixon lleva un traje gris. 

Luego del protocolario intercambio de saludos entre ambos titanes y las fotografías de rigor, en las que se ve a Nixon con cara de estar buscando la cámara oculta, Elvis le expone sus intenciones de lanzarse al rescate de América, para lo cual solicita formalmente "una placa de agente federal", que le otorgue plenos poderes a la hora de entrar en acción. Está dispuesto a echarse sobre sus espaldas la titánica tarea de limpiar el país. Nadie mejor que él, ciertamente, pues ya por entonces se estaba convirtiendo en una especie de superhéroe, con capa y todo. Experto karateca, con su indumentaria de corte especial (es justamente en 1970 y a propósito de la práctica de las artes marciales que comienza a utilizar sus famosos trajes de una sola pieza, que le permitían una gran libertad de movimientos) en la que destacaría bien visible su placa de policía, podría entrar en acción a patada limpia contra los comunistas, los hippies y los emporios del mal. Hay que decir que se adelantó a otro visionario, Steven Seagal, en varias décadas. 

Nixon se mostró moderadamente de acuerdo. En pocas horas los funcionarios de la Casa Blanca improvisaron una placa de policía con su nombre, y el Rey, luego de obsequiar al Presidente con un Colt 45 como el que él mismo portaba, cargado con siete balas de plata, se retiró satisfecho. Misión cumplida.

Al parecer, en los siete años que le restaban de vida, Elvis nunca llegó a hacer uso de la placa.

La carrera de Elvis se ha dividido tradicionalmente en tres etapas características: La del “Elvis la Pelvis", la del “Elvis gordo” y la del “Elvis muerto”. En la primera se coronó en los cincuenta como indiscutido Rey del rock. Luego de un impasse durante los sesenta, en los que se dedica sobre todo a hacer películas, llega la segunda fase, que coincidió fundamentalmente con su periplo por los casinos de Las Vegas, y en donde incorporó sus vistosos trajes de pedrería, con capa corta y cuello-gorguera y sus cinturones de fantasía, que lo convertirían en un género en sí mismo. Y por último, la tercera fase, después del año 1977. con las constantes apariciones y avistamientos de Elvis muerto-pero-vivo en algún supermercado o gasolinera de Texas, México o Buenos Aires, siempre fugaz y con gafas oscuras, a veces en una silla de ruedas, pruebas de vida puntualmente recogidas en la prensa sensacionalista durante las tres últimas décadas. El acontecimiento que registramos sucedió hacia los comienzos de su segunda etapa, su período más glorioso y estéticamente más ambicioso, en el que se transformó en una obra de arte viviente, en un superhéroe con patillas.

La película, ciertamente, promete ser épica a más no poder. Y ya nos imaginamos una segunda parte que entre de lleno en el terreno de la especulación, con un Elvis con sobrepeso trepado al Empire State, intentando derribar a manotazos los submarinos amarillos de la imparable invasión británica. Sería precioso.