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La increíble secta de los decoradores dementes

La increíble secta de los decoradores dementes

La increíble secta de los decoradores dementes

 

A unos pocos kilómetros de Turín, en un valle de los Alpes, hay un fastuoso y gigantesco complejo de templos paganos excavados en el interior de la montaña que se ha mantenido oculto durante décadas. Y todo gracias al impulso de un visionario constructor autodidacta. 

Este monumento setentero, el sueño húmedo de un Liberace, responde al nombre de Damanhur y ya es considerado la Octava Maravilla del Mundo (con el permiso de King Kong).

Su creador, el gran Oberto Airaudi, vendedor de seguros y visionario, hubiera podido hacer fortuna como interiorista en Las Vegas, pero prefirió legar a la humanidad los fabulosos e incomparables Templos de Damanhur.

La construcción de los templos comenzó hacia 1978, como respuesta a las visiones místicas de vidas pasadas que desde niño se le revelaban a este piamontés. Una voz pareció indicarle “cava y decora”, y una vez hubo conseguido los suficientes medios económicos, se lanzó a ello. Durante más de veinte años, las excavaciones y las obras se mantuvieron en el más absoluto secreto. Oberto, junto con un grupo de seguidores, trabajó de manera totalmente autodidacta, tanto en la perforación de la montaña como en la profusa decoración de las estancias, que incluye inacabables murales al fresco, vidrieras, altas columnas esculpidas, mosaicos y cúpulas colosales, multitud de esculturas y bajorelieves y mucho, mucho oropel.

Los templos parecen haber sido elaborados por el decorador de Tim Burton después de haberse comido una paella hecha con una partida caducada de LSD. Sus minuciosas ornamentaciones dejan al bueno de Gaudí como un minimalista melindroso. Todo el complejo ocupa unos 91.000 metros cuadrados, y según su creador son al día de hoy apenas un diez por ciento del total del proyecto. 

Hace unos años, un disidente del grupo reveló a las autoridades italianas la existencia de las construcciones. Las fuerzas públicas hicieron acto de presencia en el valle, amenazando a los damanhurianos con, literalmente, dinamitar la montaña si no se les permitía una inspección de los templos. Oberto accedió y, después de ver aquello con sus propios ojos, el comisario inexplicablemente no echó mano de la dinamita. Antes bien, acabó concediendo los permisos necesarios para continuar las obras, y así los increíbles Templos de Damanhur se abrieron al mundo exterior. 

Hay unos nueve templos, cuyas diferentes estancias se encuentran a distintos niveles de profundidad, unidas por un laberinto de túneles. La entrada se hace por el templo más antiguo, llamado “Templo azul”, el primero construído, un espacio completamente cubierto de mosaicos cerámicos y pinturas formando alegorías. En el suelo de esta estancia se abre, mediante un mecanismo, una escalera oculta, que nos lleva sucesivamente por los otros templos:  “del Agua”, “de la Tierra”, “de los Metales”, “de los Espejos”, “de las Esferas”... La finalidad de todo el recorrido es ilustrar ni más ni menos que la Historia del Mundo, de la Naturaleza y de la Humanidad.

Los damanhurianos son al día de hoy una comunidad de unos mil miembros aparentemente inofensiva. Viven en “ecoviviendas” en el valle, alrededor de los templos, y se dedican a la huerta, los trabajos en el propio templo y al desarrollo personal; una especie de “experimento comunal” new age. Sus miembros han adoptado nombres tan sonoros como “Espéride Ananá” o “Macaco Tamarindo”, sonríen todo el tiempo y, en general, parecen felices. Pero el verdadero potencial de peligrosidad del grupo se encuentra en su incontinencia decorativa: algún día sus caleidoscópicas desmesuras esmaltadas y bañadas en pan de oro acabarán rebasando los límites de sus templos y se extenderán por el mundo, convirtiendo nuestro querido planeta en un gigantesco huevo de Fabergé. Hay que estar alerta.

 

Los Templos de Damanhur se encuentran en Valchiusella, a unos 50 kms. de la ciudad de Turín.