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Cómo hacer que el destino nos alcance

Cómo hacer que el destino nos alcance

Cómo hacer que el destino nos alcance

Si hay una historia que prueba que el destino está escrito de antemano, y que hagas lo que hagas acabará por alcanzarte irremediablemente, esa es la historia de las Shaggs, la sensación pop formada por tres hermanas hacia el final de los maravillosos sesentas.

Dorothy, Helen y Betty Wiggin no tenían un especial interés en el mundo de la música, pero acabaron cumpliendo obedientemente con su sitial en la Posteridad, porque aquello estaba escrito con tinta indeleble en el libro del destino. O al menos en las líneas de la mano: todo empieza cuando la abuela Wiggin consulta a una vidente en la feria de atracciones de su pueblo, Fremont, en el nordeste de los Estados Unidos. La hechicera le pronostica que sus nietas triunfarán apoteósicamente en el mundo de la música, convirtiéndose en grandes estrellas del firmamento pop, como los Jacksons pero en chicas, como las Supremes pero en blancas, como Elvis pero en trío. Y a partir de ese momento, Austin, el padre de las muchachas, se obsesiona con la cuestión. Ante una profecía tan rotunda uno puede adoptar dos actitudes: relajarse (o resignarse), puesto que hagas lo que hagas el destino se cumplirá inexorablemente, o considerar que a los demiurgos hay que echarles una mano, es decir, que hay que empujar al destino para que este se acabe cumpliendo. A Austin, hombre acostumbrado a las estrecheces de la vida, le pareció más razonable no correr riesgos y empujar a los hados, incluso a patadas si fuera necesario. El señor Wiggin pasó a dedicar con fervor maníaco todas sus energías a hacer de sus hijas lo que estaba escrito: rutilantes estrellas del firmamento musical.

Así que Dorothy, Helen y Betty Wiggin, a partir de ahora las Shaggs, comenzaron, a instancias de su padre, un estricto programa: abandonaron el colegio y, aisladas en su casa de Fremont se vieron tocando de la mañana a la noche sus instrumentos (dos guitarras y batería, formación clásica de power trío), ensayando cada día en jornadas agotadoras bajo la estricta mirada de su padre y componiendo canciones que estarían llamadas a convertirse en himnos de toda una generación. O de varias.

¿Cómo definir el especial sonido de las Shaggs? Una vez el gran Yehudi Menuhin dijo que la música "ordena el caos, pues el ritmo impone unanimidad en la divergencia, la melodía impone continuidad en la fragmentación, y la armonía impone compatibilidad en la incongruencia". Pues bien, las hermanas Wiggin consiguieron hacer exactamente lo contrario.

Las cosas no fueron fáciles al principio: cuando al fin las Shaggs pudieron acceder a un estudio de grabación (previo pago de todo lo recaudado por su padre en actuaciones estelares en ferias locales), el ingeniero de sonido, que no acababa muy bien de comprender cómo sonaba todo aquello, intentó marcar afinaciones y hacer entrar en compás a la aparentemente caótica sonoridad de la banda. Sin embargo las chicas no se dejaron amedrentar: a estas alturas casi tan seguras de su destino como su propio padre, insistieron en que la grabación debía captar fielmente aquel sonido único, aquella indescriptible amalgama de notas deslizándose por composiciones cantadas de manera extrañamente distante y monocorde, con letras como: "Hay muchas cosas que me pregunto. Hay muchas otras cosas que no me pregunto. Parece como si las cosas que más me pregunto son las cosas que nunca averiguaré." 

Y así vio la luz a comienzos de 1969 y bajo el impresionante título de Filosofía del Mundo, el primer, único y último álbum de las Shaggs, con doce temas repletos de amables discordancias (años después y por las vueltas de la fiebre Shaggs saldrían a la venta algunas canciones inéditas).

Curiosamente, Filosofía del Mundo no tuvo ni la más mínima repercusión. No sonó en las radios, no ganó un disco de platino, nadie tarareó sus canciones y ni siquiera les dio para hacer una gira de presentación. El mundo parecía haber tomado un camino paralelo para burlar el destino y hurtarle a las Shaggs su triunfo. Tuvieron que ver, quizás con amargura, como los Doors y otros cantamañanas acababan ocupando el sitio que genuinamente les pertenecía.

¿Se equivocó el destino? la respuesta es no. Cuando parecía que un miserable manto de olvido caía sobre las muchachas, nuevas generaciones de estrellas de la música empezaron poco a poco a hablar de su influencia. Quizás el primero en mencionarlas fue Frank Zappa, quien, poniendo el listón muy alto, las comparó con los Beatles. Luego siguieron Kurt Cobain, Jonathan Richman o los NRBQ, rindiéndose de admiración ante Filosofía... A partir de ahí, la apoteosis. Ya se sabe como es el periodismo de tendencias, especialmente el de la crítica musical: se comporta como una bola de nieve rodando colina abajo. Más de dos décadas después de grabado el disco y de la noche a la mañana se desató la shaggmanía: la prensa especializada competía por arrogarse el descubrimiento de aquel tesoro musical. Se escribieron sesudos análisis tratando de desentrañar si la música de las Shaggs era proto-punk, avant garde, naif-noise, arty-pop, o simplemente el producto de unas mentes perturbadas. El disco llenaba páginas y páginas y hacía correr ríos de tinta, incluso cuando era prácticamente inencontrable (Filosofía había salido con apenas unas cien copias, y no fue hasta que Dorothy Wiggin consiguió encontrar las cintas originales que el disco se reeditó, veinte años después). No hay más que comprobar la cantidad de resultados que arroja google, o las cientos de miles de visitas en youtube... Se llegó a estrenar un musical en el off-Broadway con su música, ¡¡hasta el mismísimo Tom Cruise se interesó en rodar su historia para la Warner!! la prueba definitiva de que se ha alcanzado la inmortalidad.

Así, artículo tras artículo, mención sobre mención, y sin necesidad de que casi nadie las escuchara realmente, las Shaggs finalmente alcanzaron su destino, convirtiéndose en referencia ineludible y grupo de culto por excelencia. Incluso desde este modesto blog ahora mismo estamos contribuyendo a su celebridad. Es la magia del Destino.

Por eso hoy podemos decir sin casi temor a exagerar, que las Shaggs son ya más famosas que Jesucristo. Y casi tanto como Ed Wood.

 

Escucha Filosofía del Mundo

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