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Platillos Volantes en nombre de Alá

Platillos Volantes en nombre de Alá

Platillos Volantes en nombre de Alá

Científicos locos de enorme cabeza, musulmanes negros en Marte, naves gigantescas orbitando la Tierra... es lo que tiene el islam. El islam de Nación del Islam, claro: En lo más profundo de los Estados Unidos de América, la tierra de las mil religiones, nace un islam en donde cualquier parecido con el islam es pura coincidencia.

Todo se debe a la genialidad de un misterioso vendedor de ropa puerta a puerta, Wallace Dodd Fard. Nuestro hombre emigró en algún momento de los años veinte a los Estados Unidos y, después de dar tumbos por diversas ciudades, cambiar de nombre cincuenta y ocho veces y entrar a la carcel por deudas de juego y tráfico de licor; llega a Detroit en plena Depresión. Sumido en la pobreza, se dedica a vender ropa en los barrios negros de la periferia. En las visitas a sus clientes, aprovecha para predicar. Dado que con la Biblia tenía muchos competidores, Dodd Fard adopta el Corán, incomparablemente más exótico y menos conocido en América. La cosa no cambiaba mucho para él, puesto que era analfabeto. 

Dodd Fard se presenta como nacido en la Meca, descendiente de la realeza, y sus prédicas sobre la superioridad de la raza negra ganan rápidamente adeptos entre la población afroamericana, deprimida y marginada en aquella sociedad racista de los años treinta. Todo un mérito, considerando que Fard no era negro. Su ambiguedad racial (aunque él decía haber nacido en la Meca, el FBI lo supone originario de Hawai o de Nueva Zelanda), le permitían presentarse como blanco o como negro, según la conveniencia.

Fard otorga, personalmente, un nombre nuevo a cada miembro de su nuevo culto. Ese nombre (de sonoridades árabes, o bien simplemente una “X”) otorgará una nueva dignidad “de hombre libre” al que lo lleve. Aunque la dignidad tiene un precio: diez dolares por cada nombre, lo que le permitirá a Wallace Dodd Fard empezar a vivir como un sultán de la Meca.

Así nace, hacia 1930, Nación del Islam, la religión afroamericana más popular, con cerca de 50.000 seguidores al día de hoy. La religión de Malcom X y de Muhammad Ali.  Y como toda religión debe poseer su propia explicación del mundo, Dodd Fard desarrolló la suya. Decir que es sorprendente es quedarse corto:

Hace setenta y seis trillones de años, la Tierra surge de un átomo. También de un átomo surge el primer hombre (negro). Este negro primigenio llamado Alá crea más hombres negros, que se establecen en la Meca (para Fard, los negros no eran originarios de África, sino de Asia). Allí, el pueblo negro desarrolla una civilización tecnológica avanzadísima, bajo la dirección de 23 supercientíficos comandados por Alá (Alá no es, pues, un dios eterno e incorpóreo, sino un hombre mortal y un cargo sucesivo. Cada Alá vivió unos 200 años de promedio, hasta llegar al último Alá, nuestro Wallace Dodd Fard). La Tierra no era el único planeta habitado: el pueblo negro también floreció en Marte y en otros planetas más lejanos, cada uno con su respectivo Alá.        

Estos científicos crearon con su tecnología las montañas y los ríos y desarrollaron el Edén en la Tierra. Cada tanto algún científico enloquecía: hace sesenta y seis millones de años uno de ellos causó una gran explosión y un enorme trozo del planeta se desprendió, formando la Luna. Pero fue la locura de otro científico, uno que “tenía la cabeza de tamaño extraordinariamente grande” y era muy inteligente, llamado Yacub, lo que generó la peor de las catástrofes: se le ocurrió, hace de esto unos seis mil seiscientos años, inventar una raza blanca. Ante la lógica reticencia del resto de la comunidad científica, el alocado Yacub comenzó a experimentar con la reproducción, y por medio de cruzas y manipulaciones varias, consiguió eliminar los genes negros. Obtuvo así, artificialmente, unos especímenes de hombre totalmente blancos. Eran más débiles y menos inteligentes que los negros, pero lo compensaban con una maldad sin límite. Y fue hacia el mil quinientos de nuestra era que esta raza pervertida y artificial acabó esclavizando a los hombres negros.

Pero Nación del Islam tiene un plan: acabar con la malévola raza blanca. Y un medio para conseguirlo: Mother Plane, la Nave Nodriza, la madre de todas las armas, el arma definitiva de destrucción masiva del poder negro, que deja a Bin Laden a la altura de Heidi.

La Nave Nodriza es un gigantesco platillo volante de media milla de diámetro. Ahora mismo se encuentra orbitando alrededor de la Tierra, esperando el momento para lanzar su ataque. En su gigantesco interior contiene mil quinientos aviones equipados con bombas, preparadas para aplastar al hombre blanco, uno por uno, allá donde se esconda. La Nave Nodriza, según Nación del Islam, se construyó hacia finales de la década de 1930, por encargo de Wallace Dodd Fard, siguiendo los planos de los antiguos científicos negros. Pero el dato más desconcertante es que la Nave Nodriza ¡¡fue construída en Japón!! ¿Por qué el último Alá encargó a los japoneses la nave? Misterio. Tal vez se fiara de la legendaria discreción nipona, tal vez al ser los japoneses asiáticos, como los negros, sentía una suerte de complicidad... no lo sabemos.

El ataque de la Nave Nodriza estaba anunciado para principios de la década del 40. El caso es que Wallace Dodd Fard desapareció de la vida pública, tan misteriosamente como había llegado, antes de que esa fecha llegara a los calendarios. Su sucesor al frente de Nación del Islam, el profeta Elijah Muhammad, estableció la nueva fecha del ataque entre 1965 y 1970. El nuevo líder murió en 1975, sin que el ataque se hubiera producido, como es evidente. Aún no se ha establecido un nuevo día para el Juicio Final de la raza blanca. Mientras tanto, el gigantesco platillo continúa orbitando, imaginamos que al ritmo de Isaac Hayes o de Funkadelic.  

Habrá voces escépticas que dirán que la Nave Nodriza nunca llegó a construirse. Yo prefiero pensar que si. Como decía Wilde, “hoy día nos quedan tan pocos misterios que no podemos darnos el lujo de despedirnos de ninguno”.

Mientras tanto, los japoneses callan.