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Llevando las ciudades al campo: Archigram

Llevando las ciudades al campo: Archigram

Llevando las ciudades al campo: Archigram

Estamos en la década del sesenta. El mundo está dominado por una arquitectura racionalista, monocroma e hiperfuncional, conocida en su conjunto como estilo internacional. ¿Todo el mundo? No. Un pequeño e irreductible grupo de arquitectos de Londres conocido como Archigram resiste valerosamente a la pesadilla de Le Corbusier.

Utopistas, futuristas, imaginativos desbordantes, esta alegre muchachada londinense que en los años sesenta se agrupó en torno a una revista de arquitectura (Archigram Magazine, producida y distribuida en mano por ellos mismos), generó una serie de proyectos que estarían destinados a cambiar la faz de la Tierra. En el mundo real, el grupo solo llegó a construir una piscina para el cantante Rod Stewart. Pero en el papel... en el papel han llegado a realizar, con diferencia, la mejor arquitectura jamás imaginada.

Puede que fuera por la influencia del ácido, que se empezaba a consumir en Londres en cantidades industriales, pero en los proyectos de Archigram todo estaba vivo y en movimiento. En lugar de aburridos planos trazados con tiralíneas en negro sobre blanco, hicieron sus proyectos con collages, mezclando gráficos y alzadas con fotografías de moda e ilustraciones de tira cómica. Las ciudades de Archigram eran futuristas visiones de colores intensamente contrastados, habitadas por chicas ye-yé en minifalda y ojos de caleidoscopio, y extraños mecanismos como el impresionante “Tomate electrónico” (1969), un asistente personal con forma de tomate dirigido por radiocontrol, que podría ir a hacer la compra al supermercado por nosotros. 

Los geniales Archigram se atrevieron a representar en sus obras una potente combinación de cambio social y avances tecnológicos: buscaban hacer libres a las personas a través de una arquitectura móvil y maleable inspirada en los principios del módulo, el ensamblaje y la conectividad. Inspirados a partes iguales por el arte Pop y la ciencia-ficción, y reivindicando la obra del genio multidisciplinar Buckminster Fuller, el padre de la cúpula geodésica, los seis miembros de Archigram, los beatles de la arquitectura, tomaron como punto de partida los avances tecnológicos de la efervescente carrera espacial para imaginar una obra basada en el nomadismo, el movimiento y la autosuficiencia. 

Así, por ejemplo, surgen proyectos como la Ciudad Instantánea, que pretendía “llevar las ciudades al campo”, transportando todos los recursos de entretenimiento y diversión propios de una gran ciudad (cines, teatros, discotecas...), directamente por el aire, con la ayuda de grandes globos aerostáticos, a pequeñas poblaciones de manera rotativa. Así, cualquier poblacho de mala muerte podría transformarse en Las Vegas durante un inolvidable fin de semana.

Pero sin duda la idea más espectacular en este sentido fue la Ciudad Andante, un proyecto del año 1963 que contemplaba la construcción de toda una ciudad que se podría desplazar de un sitio a otro sobre largas y flexibles patas de metal. 

Imagínense: ¿el ruido y la contaminación se vuelven insoportables en la ciudad? ¡¡transportamos la ciudad al campo, en donde el aire es puro y reina la tranquilidad!! ¿Que nos gusta la playa? llevamos la ciudad a la costa ¿Preferimos la montaña? nos vamos a la montaña ¿Nos encanta París? llevamos nuestra ciudad hasta París, aunque tal vez al llegar allí París ya esté por Berlín, y Berlín camino a Moscú... 

Lamentablemente, hacia el comienzo de la década siguiente las utopías se fueron evaporando y el sueño tecnológico convirtiéndose en pesadilla. Los seis miembros de Archigram tomaron diferentes rumbos y, como dijo alguien una vez, “the dream is over”. La Ciudad Andante se quedó en los planos. Pero algunos no perdemos las esperanzas de hacer realidad algún día el sueño de dar la vuelta al mundo sin tener que salir de casa...