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El Mundo de Bizarro

El Mundo de Bizarro

El Mundo de Bizarro

Si en el personaje de Superman siempre se ha querido ver una trasposición de la historia bíblica (un niño abandonado a las aguas –al espacio– en una cesta –un cohete– adoptado por unos padres en un mundo que no es el suyo, y destinado a convertirse en salvador, o sea, una especie de Moisés-Jesús de la era del pop), en el personaje de Bizarro nos podemos encontrar con una particular versión del mito platónico de la caverna.

Bizarro es una copia imperfecta del hombre de acero, producto de un experimento fallido. Bizarro es feo, torpe y nada heroico. Es amoral e imprevisible, al punto que, según el caso, puede colaborar con Superman o ser su enemigo. Es, en una palabra, mucho más humano que el perfecto superhéroe del que es su imagen distorsionada.

Y lo mas importante: es divertido. Bizarro habla con un lenguaje asintáctico y enrevesado, vive en un planeta cuadrado, habitado por múltiples copias de sí mismo. Está casado con una Lois Lane Bizarra, y tiene un hijo Bizarro y un perro Bizarro. En su casa rompe los espejos para tener siete años de buena suerte, porque todo en el Mundo Bizarro funciona al revés. Las casas y los edificios están torcidos, y los coches tienen ruedas cuadradas. La gente dice hola cuando se despide y adiós al encontrarse. Los superpoderes de Bizarro también funcionan al revés. El Mundo de Bizarro es como un cuadro de Brueghel o como el Jardín de las Delicias, y el propio Bizarro es un personaje un tanto ridículo, la verdad. Y a pesar de eso, o tal vez por eso mismo, lo preferimos claramente al pavisoso de Superman.

Y es que el Mundo de Bizarro es la caverna de Platón. O sea, es nuestro mundo. Y una película que debería haber protagonizado Harvey Keitel. Pero no pudo ser.